22/12/2009 i 05/01/2010: Bon Nadal i feliç 2010

En el programa d’avui no hi ha autor consagrat, els components d’Ona Literària hem fet un programa especial que s’emetrà novament el 5 de gener ple de tradicions, contes i poemes dedicats a Nadal i Reis fets per reconeguts autors.

Desembre, de Martí i Pol
Quan ve Nadal fem el pessebre amb rius,
muntanyes de colors,el caganer, l’estrella,
l’Àngel, el Nen, la Mare i els pastors,
cantem cançons i mengem neules,
també torrons i altres llamins,
i per arrodonir les festes que omplen de joia grans i nins
ens aboquem a les finestres a esperar els reis que van venint.


Iniciem aquestes festes amb la celebració del Nadal, que és una de les fites més importants del Cristianisme, ja que commemora el naixement de Jesús en Betlem.
Al hivern les nits són llargues i els dies curts. Però quan el final de l’any s’apropa l’home sap, des de molt antic, que el dia, poc a poc, anirà guanyant hores a la nit. Per això, des de que es té constància, durant l’última setmana de l’any es celebrava el triomf de la llum vers la foscor.
Els romans celebraven el 25 de desembre la festa del “Naixement del sol invicte”, associada al naixement d’Apol·lo. Per tal de fer més senzill que els romans poguessin convertir-se al cristianisme sense abandonar les seves festivitats, els primers cristians van prendre l’idea d’associar el naixement d’Apol·lo amb el de Jesús i van convertir el 25 de desembre en data del seu naixement. Amb la intenció d’unificar criteris, al 350 el papa Juli I va demanar a totes les comunitats cristianes que respectessin aquesta data.
I així es va fer, encara que per alguns historiadors la celebració del Nadal hauria de situar-se a la primavera (entre abril i maig) ja que, segons el relat de Lucas 2:8, la nit del naixement de Jesús els pastors cuidaven els ramats a l’aire lliure i el cel estava ple d’estels, fets poc probables al hivern. No obstant això, l’església cristiana manté el 25 de desembre com a data convencional, ja que a la primavera celebra la Pasqua.
Gairebé tots els grans escriptors de la nostra cultura han escrit poemes o relats amb el Nadal com a fons. La majoria són contes de història trista amb final agredolç o feliç. Entre tots el contes de Nadal, hem escollit per a compartir avui amb vosaltres.


La Nochebuena del carpintero, de Emilia Pardo Bazán.
José volvió a su casa al anochecer. Su corazón está triste: nevaba en él, como empezaba a nevar sobre tejados y calles, sobre los árboles de los paseos (...) Blancos copos de fúnebre dolor caían pausadamente en el alma del carpintero sin trabajo, que regresaba a su hogar y no podía traer a él luz, abrigo, cena, esperanzas.
Al emprender la subida de la escalera (...) se sintió tan descorazonado que se dejó caer en un peldaño con ánimo de pasar allí lo que faltaba de la alegre noche. Era la escalera glacial y angosta de una casa de vecindad, en cuyos entresuelos, principales y segundos vivía gente acomodada, mientras en los terceros o cuartos, buhardillas y buhardillones se albergaban artesanos y menesterosos. Un mechero de gas alumbraba los tramos hasta la altura de los segundos; desde allí arriba la oscuridad se condensaba, el ambiente se hacía negro (...)
Altas las rodillas, afincados en ellas los codos, fijos en el rostro los crispados puños, tiritando, el carpintero repasó los temas de su desesperación y removió el sedimento amargo de su ira contra todo y contra todos. ¡Perra condición, centellas, la del que vive de su sudor! El patrón del taller le había dicho meneando la cabeza: “¿Qué quieres hijo? Yo no puedo sacar rizos donde no hay pelo... Ni para Dios sale un encargo...(...)Búscate tú por ahí la vida... A ingeniarse se ha dicho...” ¡A ingeniarse! ¿Y cómo se ingenia el que sólo sabe labrar madera y no encuentra quien le pida esa clase de obra?
Un mes llevaba José sin trabajar. ¡Qué jornadas tan penosas las que pasaba (...) buscando ocupación! De aquí le despedían con frases de conmiseración y vagas promesas; de allá, con secas y duras palabras, hasta con marcada ironía: “¡Trabajo! Este año para nadie lo hay (...) De todas partes brotaba el mismo clamor de escasez y de angustia (...). Y José iba de puerta en puerta, mendigando trabajo como mendigaría limosna, para regresar a la noche, de semblante hosco y ceño fruncido y contestar a la interrogación siempre igual de su mujer con un movimiento de hombros siempre idéntico, que significaba claramente “No, todavía no”.
La mala racha los cogía sangrados, después de larga enfermedad: una tifoidea de la chica mayor, Felisa, convaleciente aún y necesitada de alimento sustancioso; después de la adquisición de una cómoda y dos colchones de lana, que tomaron el camino de la casa de empeños a escape; después de haber pagado de un golpe el trimestre atrasado de la vivienda y oído de boca del administrador que no se les permitiría atrasarse otra vez, y al primer descuido se los pondría de patitas en la calle con sus trastos. (…)Cada vez que José llamaba y se metía buhardilla adentro, el frío de los desnudos baldosines, la nieve de la apagada cocina, se le apoderaban del espíritu con fuerza mayor; porque el invierno es un terrible aliado del hambre, y con el estómago desmantelado muerde mil veces más riguroso el soplo del cierzo que entra por las rendijas y trae en sus alas la voz rabiosa de los gatos...
Cavilaba José. No, no era posible que él pasase aquel umbral sin llevar a los que le aguardaban dentro, famélicos y transidos, ya que no las dulzuras y regalos propios de la noche de Navidad, por lo menos algo que desanublase sus ojos y reconfortase su espíritu. Permanecía así en uno de esos estados de indecisión horrible que constituyen verdaderas crisis del alma, en las cuales zozobran ideas y sentimientos arraigados por la costumbre, por la tradición. Honrado era José, y a ningún propósito criminal daba acogida, ni aun en aquel instante de prueba; las manos se le caerían antes que extenderlas a la ajena propiedad; (…)Él no robaría jamás, eso no...; pero vamos a ver: los que roban en casos análogos al suyo, ¿son tan culpables como parece? (…)¿quién sabe si tenían razón? (…).
Gimió, se clavó los dedos en el pelo y, estúpido de amargura, miró hacia abajo, hacia la parte iluminada de la escalera. Por allí mucho movimiento, mucho abrir de puertas, mucho subir y bajar de criados y dependientes llevando paquetes, cartitas, bandejas; los últimos preparativos de la cena: el turrón que viene de la turronería; el bizcochón que remite el confitero; el obsequio del amigo, que se asocia al júbilo de la familia con las seis botellas de jerez dulce y las rojas granadas.
Una puerta sola, la de la anciana viuda y devota, doña Amparo, que no se había abierto ni una vez; de pronto se oyó estrépito, una turba de chiquillos se colgó de la campanilla; eran los sobrinos de la señora, su único amor, su debilidad, su mimo... Entraron como bandada de pájaros en un panteón; la casa, hasta entonces muda, se llenó de rumores, de carreras, de risas. Un momento después, la criada, viejecita, tan beata como su ama, salía al descanso y gritaba en cascada voz:
-¡Eh, señor José! ¿Está por ahí el señor José? Baje, que le quiero dar un recado (…). José se estremeció, se levantó y, ronco de emoción, contestó bajando a saltos:
-¡Allá voy, allá voy, señora Baltasara!...
-Entre...(…) Si está desocupado, nos va a armar el Nacimiento, porque han «venío» los chicos, y mi ama, como está con ellos que se le cae la baba pura...
- Voy por la herramienta (…)
-No hace falta... Martillo y tenazas hay aquí, y clavos quedaron del año «pasao»; como yo lo guardo todo, bien apañaditos los guardé...
José entró en el piso invadido por los chiquillos y en el aposento donde yacían desparramadas las figuras del Belén y las tablas del armadijo en que habían de descansar. Entre la algazara empezó el carpintero a disponer su labor. ¡Con qué gozo esgrimía el martillo, escogía la punta, la hincaba en la madera, la remachaba! ¡Qué renovación de su ser, qué bríos y qué fuerzas morales le entraban al empuñar, después de tanto tiempo, los útiles del trabajo!
Pedazo a pedazo y tabla tras tabla iba sentando y ajustando las piezas de la plataforma en que el Belén debía lucir sus torrecillas de cartón pintado, sus praderas de musgo, sus figuras de barro toscas e ingenuas. Los niños seguían con interés la obra del carpintero; no perdían martillazo; preguntaban; daban parecer y coreaban con palmadas y chillidos cada adelanto del armatoste. (…) Los criados iban y venían, atareados y contentos. Fuera nevaba; pero nadie se acordaba de eso; la nieve, que aumenta los padecimientos de la miseria, también aumenta la grata sensación del bienestar íntimo del hogar abrigado y dulce. Y José asentaba, clavaba la madera, hasta terminar su obra rápidamente, en una especie de transporte, reacción del abatimiento que momentos antes le ponía al borde de la desesperación total...
Cuando el tablado estuvo enteramente listo y José hubo dado alrededor de él esa última vuelta del artífice que repasa la labor, doña Amparo, muy acabadita y asmática, le hizo seña de que la siguiese, y le llevó a su gabinete, donde le dejó solo un momento. Los ojos de José se fijaron involuntariamente en los muebles y decorado de aquella habitación ni lujosa ni mezquina, y, sobre todo, le atrajo desde el primer momento una imagen que campeaba sobre la consola (…).. Era un San José de talla, escultura moderna, sin mérito, aunque no desprovista de cierto sentimiento; y el santo, en vez de hallarse representado con el Niño en brazos o de la mano, según suele, estaba al pie de un banco de carpintero, manejando la azuela y enseñando al Jesusín, atento y sonriente, la ley del trabajo (…), José se quedó absorto. Creía que la imagen le hablaba; creía que pronunciaba frases de consuelo y de cariño infinito, frases no oídas jamás.
Cuando la señora volvió y le deslizó dos duros en la mano, el carpintero, en vez de dar las gracias, miró primero a su bienhechora y después a la imagen; y a la elocuencia muda de sus ojos respondió la de los ojos de la viejecita, que leyó como un libro en el alma de aquel desventurado, (…).Y doña Amparo, muy acostumbrada a socorrer pobres, sintió como un golpe en el corazón; la necesidad que iba a buscar fuera de casa,(…) la tenía allí, a dos pasos, callada y vergonzante, pero urgente y completa. Alzó los ojos de nuevo (…) y, bondadosamente, (…), dijo al carpintero: -Ahora subirán de aquí cena a su casa de usted, para que celebren la Navidad.

TRADICIONS
EL tió

Entre les tradicions que acompanyen el Nadal, tenim una molt arrelada a casa nostra, la del tió. El tió no era, en principi, altra cosa que el tronc que cremava a la llar, al foc a terra. Un tronc que, en cremar, donava béns tan preciosos com l'escalfor i la llum. Encara podem trobar, als pobles, cases en les quals el tió és un gran tronc que es posa a cremar al foc a terra, uns dies abans de Nadal.
A partir d'aquesta forma més primitiva el tió evoluciona: El tió és un tronc, que esdevé màgicament un ésser que s'ha d'alimentar i que viu durant uns dies a la cuina de la casa, que dóna els seus regals per Nadal i que després es crema. Ben aviat, aquesta característica d'animal fantàstic es reforça afegint al tronc unes potes, aprofitant la forma de la fusta per figurar la cara i posant-hi una llengua.
I així trobem el tió tal com el coneixem ara a ciutat: un personatge que sembla una bèstia, que cada any arriba uns dies abans de Nadal, que resideix a la cuina o, sobretot, al menjador i al qual, per tal de rebre els seus obsequis, cal donar aigua i aliments - els tradicionals eren garrofes i pa sec; ara li posen més coses -
Amb tot, cal distingir la tradició del tió d'altres costums i personatges nadalencs. El tió no ha estat mai una màquina de portar regals. El tió és fa cagar, segons el costum de cada casa, la Nit de Nadal - tradicionalment, després de la Missa del Gall - o el mateix dia de Nadal. I encara -per allò de que els més petits van a visitar altres cases de la família - n'hi ha que continuen treballant el dia de Sant Esteve
A diferència de costums i personatges, procedents de cultures d'altres països, dels quals només en coneixem la forma més superficial (arbre de Nadal, Pare Noël, etc), el tió ha conservat tot un ritual tradicional. Fer cagar el tió és una cerimònia domèstica o de petita comunitat (família, escola, colla d'amics), que consisteix en el cant d'una o més cançons característiques per acabar finalment colpejant el tronc amb força. Aquí teniu un exemple de cançó tradicional:
El dia de Nadal posarem el porc en sal,
la gallina a la pastera,el pollí, dalt del pi.
Toca, toca, violí.
Ara passen bous i vaques, les gallines amb sabates i els capons amb sabatons.
El vicari fa torrons. La guineu els ha tastat, diu que són un poc salats.
Marieta, posa-hi sucre, que seran un poc millor.
Caga tió, sinó et donaré un cop de bastó!

El pessebre
Una altra tradició molt arrelada és el pessebre, que és la representació a la llar del naixement del nen Jesús construïda amb molsa, troncs i suro i amb figures de fang de personatges de la vida rural. El pessebre és un dels quadres costumistes més estesos a la Mediterrània cristiana. El seu origen podria estar en l’antic costum de tenir imatges dels déus a casa com a protecció.
L'origen del pessebre pot trobar-se també en les escultures i pintures que curullaven les catedrals i que servien per explicar als fidels menys instruïts les creences cristianes. Així, la primera representació data del segle II després de Crist, quan a les catacumbes romanes de Priscil·la es representava ja la Verge Maria sostenint als seus braços el nen Jesús. El pessebre més antic que es coneix data del segle III després de Crist, al monestir alemany de Füsen.
La primera representació catalana apareix a començaments del segle IV a la catedral de Barcelona. També poden tenir aquesta consideració les representacions cristianes que apareixen en forma de relleus als sarcòfags romans del segle VI esculpides a la pedra, que són escenes del naixement, amb els Reis, alguns animals i pastors. A finals del segle XIII els personatges adquireixen autonomia pròpia i passen a formar quadres dins dels temples.
Va ser l'any 1223 que Sant Francesc d'Assís va fer una representació del naixement al voltant d'una menjadora d'animals –un estable semblant a aquell en què segons el cristianisme va néixer el nen Jesús–, considerada per molts l'origen del pessebre, tal i com el coneixem actualment. El pessebre més antic del qual es té noticia es va fer a Praga l'any 1562.
A Catalunya, les primeres figures no arriben fins al segle XVII, però al segle XVIII ja hi ha notables escultors com el murcià Salzillo, els catalans Vallmitjana i Amadeu o els valencians Josep Esteve Bonet i Josep Ginés, que modelen imatges que posteriorment servirien com a model per altres representacions. Una particularitat del pessebre a Catalunya i al País Valencià és la figura del Caganer.
Dins el pessebre, un element imprescindible és el bou, a qui va escollir Marià Manent com a personatge central del seu poema nadalenc.

Rondalla del bou, de Marià Manent
El bou pesant, veient la gent que tantes coses oferia,
diu que volia fer un present al dolç Infant de l’ Establia.
I quan minvà una mica el fred – que l’Infantó ja no plorava –
sortí amb pas lent, dins l’aire net, sota la nit florida i blava.
Per donar a Déu, pobre i humil damunt la palla gloriosa,
vol abastar algun flam gentil de l’estelada tremolosa.
Va caminar per fondes valls i resseguia la carena.
Sent el clarí de tots els galls, però ja du la rica ofrena.
Saltant de goig i bruelant, el bou baixà de la muntanya,
i s’oferia al dolç Infant amb una estrella a cada banya.

El vesc
Arriba Nadal i tots procurem tenir a casa una rama de vesc a la porta d’entrada. Què en fa allí posada? El vesc ha estat des de l’antiguitat considerada com una planta amb certs poders per donar bona sort, salut i prosperitat.
El senzill fet de que tingui tot l’any el color verd és símbol de vida i segons els antics celtes, el ritual era collir-lo pels voltants de Nadal amb una falç d’or, perquè creien que d’aquesta manera els donava riquesa i ho convertia tot en diners, degut a que a l‘assecar-se la planta adquireix un color daurat amb boletes com a perles.
Segons la tradició, el vesc s’ha de regalar, i un cop a casa s’ha de col·locar prop de la porta d’entrada per no donar pas els mals esperits. A l’any següent aquest s´ha de cremar i substituir-lo per un de nou que també ha d’ésser regalat i així cada any. També diu la tradició que si sota una branca de vesc una parella es fa un petó, tindran la felicitat assegurada tota la vida.
Totes aquestes tradicions i teòriques virtuts esotèriques són degudes a la creença d’una doble vida de la planta, ja que serveix, per una banda, d’aliment als ocells que, mitjançant els seus excrements, ajuden a escampar la llavor de la planta. Per altra banda, serveix per atrapar el mateix tipus d'ocells sucant vesc en una mena de creu anomenada "brisella”.

L’home dels nassos
Darrera de Nadal, l’altra festa que marca aquests dies és el comiat de l’any que acaba i la benvinguda a l’any que comença. Aquí apareix una de les tradicions més tendres i innocents que celebrem: la de l’ home de tants nassos com dies té l’any.
L’home dels nassos és un personatge d’una antiga faula catalana que s’explicava als nens i que diu que només el 31 de desembre es pot veure passejar pels carrers del poble a un home amb tants nassos com dies té l’any. La canalla de bon matí sortia al carrer a buscar, en va, entre la gent, imaginant la estranya criatura sense adonar-se’n del joc de paraules, ja que el 31 de desembre, l’any ja només té un dia.

Els Reis d’Orient
I com a culminació de tants dies de festa, arriben els Reis Mags d’Orient. Així es coneixen, dins de la tradició cristiana als visitants que, des de països estrangers, van anar a Betlem a retre homenatge al nou nascut i a oferir-li regals. Ja des del segle II es celebra aquesta festa els primers dies de gener.
Sant Mateu és l’únic evangelista que menciona els mags, nom que prové del llatí “magi” i aquest del grec "μάγοι" i designava originàriament als homes que pertanyien a les castes sacerdotals del zoroastrisme, que eren reconeguts astròlegs.
La tradició més antiga explica que eren tres, van venir d’Orient i seguien una estrella que els va conduir a Betlem.
Els regals que portaven tenien un gran valor simbòlic: l’or simbolitza la naturalesa reial del nen, ja que era el regal que s’oferia als reis; l’encens simbolitza la seva naturalesa divina, ja que s’oferia als deus i la mirra simbolitza el seu martiri, ja que era utilitzada per embalsamar els cadàvers.
La primera indicació del nom dels reis mags apareix en un mosaic del segle VI que els representa vestits com a perses. A sobre dels seus caps es llegeix Gaspar, Melchior, Balthassar. Cap al segle XV s’amplia la simbologia dels tres reis fent que cadascú d’ells provingui d’un dels tres continents coneguts aleshores (Àsia, Àfrica i Europa) i representi la seva raça.
Potser els reis mags van seguir l’estrella a la que canta Jacint Verdaguer en el poema que llegirem a continuació.

Cançó de l’estrella, de Jacint Verdaguer
Jo us mostro el camí. Seguiu-me, Reis nobles; sóc per reis i pobles
l'estel del matí. Amb roba daurada jo enfilo en l'atzur el camí més pur
que hi ha a l'estelada.
Ròssec de claror vaig deixant per rastre, tinc corona d'astre
i aroma de flor. Tres Reis tinc darrere i un àngel davant i a prop de l'Infant
un cel que m’espera.
Gemadet i ros vostre Fill, Maria, a qui semblaria? A qui, sinó a Vós?

Hem començat amb un poema de Martí i Pol i ens volem acomiadar llegint un altra poema seu que s’adreça directament al cor i s’endinsa en el veritable esperit d’aquestes festes.

Torna Nadal, de Marí Pol

L'arbre desvetlla sons i el vent escriu ratlles de llum damunt la pell de l'aigua. Tot és misteri i claredat extrema.
Torna Nadal i torna la pregunta. ¿Proclamarem la pau amb les paraules mentre amb el gest afavorim la guerra?

Ona Literària us desitja Bones festes i bon any nou.



Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.

2009 Ona Literària - Powered by Blogger
Blogger Templates by Deluxe Templates
Wordpress theme by Dirty Blue